Han pasado más de cincuenta años
y la Taxonomía de Bloom continúa siendo herramienta fundamental para establecer
objetivos de aprendizaje. En el 2000 sufrió una revisión por uno de sus
discípulos quien, para cada categoría, cambió tanto el uso de sustantivos por
verbos, como su secuencia. Recientemente, el doctor Andrew Churches actualizó
dicha revisión para ponerla a tono con las nuevas realidades de la era digital.
En ella, complementó cada categoría con verbos y herramientas del mundo digital
que posibilitan el desarrollo de habilidades para Recordar, Comprender,
Aplicar, Analizar, Evaluar y Crear.
La idea de establecer un sistema
de clasificación comprendido dentro de un marco teórico, surgió en una reunión
informal al finalizar la Convención de la Asociación Norteamericana de
Psicología, reunida en Boston (USA) en 1948. Se buscaba que este marco teórico
pudiera usarse para facilitar la comunicación entre examinadores, promoviendo
el intercambio de materiales de evaluación e ideas de cómo llevar ésta a cabo.
Además, se pensó que estimularía la investigación respecto a diferentes tipos
de exámenes o pruebas, y la relación entre éstos y la educación.
El proceso estuvo liderado por el
Benjamín Bloom, Doctor en Educación de la Universidad de Chicago (USA). Se
formuló una Taxonomía de Dominios del Aprendizaje, desde entonces conocida como
(Taxonomía de Bloom), que puede entenderse como “Los Objetivos del Proceso de
Aprendizaje”. Esto quiere decir que después de realizar un proceso de
aprendizaje, el estudiante debe haber adquirido nuevas habilidades y
conocimientos.
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